Su debut como director llegó en 1945 con la película Lazos humanos, una
cinta donde Kazan desarrolla el mundo de la inmigración en Estados
Unidos, un tema que va a vertebrar su carrera porque él conocía bien ese
universo familiar donde los emigrantes habían poblado América, como
ocurrió con su propia familia.
Aunque Kazan, ya en los años cincuenta
quede marcado por la caza de brujas, su forma de hacer cine sigue
siendo estilizada y tiene muchos matices. No hay que olvidar la
importancia del escenario teatral que respira en la versión
cinematográfica de la obra de Tennessee Williams Un tranvía llamado
deseo, cuyo éxito en el teatro fue muy relevante en la época. Kazan
dirigió la obra de teatro y la película y su estilo queda presente en
ambas versiones, donde resalta la puesta en escena de un escenario
esencialmente teatral donde conviven la pasión y la violencia.
En
esta primera película, basada en una adaptación de la novela de Betty
Smith, se nos cuenta la historia de una familia de Brooklyn cuyo
matrimonio formado por Johnny (James Dunn) y Katie Nolan (Dorothy
McGuire) viven las dificultades de una familia humilde, él bebedor e
idealista y ella muy trabajadora, dos universos que vertebran esta
historia familiar donde el desencanto convive con las pequeñas emociones
cotidianas.
Los hijos: Francie (Peggy Ann Garner) y el pequeño Neely
(Ted Donaldson) tendrá que apañárselas para buscar dinero en la ciudad,
los primeros planos de sus rostros que Kazan, como un entomólogo, va
filmando, demuestran el dominio de la cámara del joven director. La
aparición de un agente de policía apellidado McShane (Lloyd Nolan) será
importante en la historia. Todos los personajes de esta historia
reflejan una mirada desencantada a la vida, frente al cine de Frank
Capra que rezuma optimismo, aquí Kazan mira a sus personajes en sus
pequeños mundos, conscientes de lo difícil que es salir adelante.
Nos
cuenta la película cómo Francie es una chica despierta que quiere
escribir, cuando lee intensamente en la biblioteca de su escuela. En
cierto modo, las mujeres reflejan un espíritu más práctico y emprendedor
que los hombres, ya que su padre refleja la cobardía de la frustración
vital lo que le lleva a la bebida.
Si la primera parte de la película
contiene altibajos que hacen que todavía estemos delante de un
realizador incipiente, en la segunda la mirada de Kazan consigue
emocionarnos, porque los hechos cotidianos se van desenvolviendo en
tragedia. Siempre late en la obra de Kazan un mundo trágico en los
personajes, como quedó muy claro en Stanley Kowalski o el personaje
delator de La ley del silencio. En una escena donde llega la Navidad,
los hijos del matrimonio se pelean por obtener un árbol, tal es la
pobreza que les rodea y el deseo de cambiar sus vidas.
La escena en
que los niños suben el árbol mientras los vecinos cantan villancicos nos
demuestra que las pequeñas cosas son las únicas donde podemos
aferrarnos para hallar la felicidad. La madre discute con su marido y
este se va de casa. Ha cedido a su impotencia para realizar una vida de
éxitos, envuelto en su frustración vital.
Poco después saben que ha
muerto y en una escena emotiva podemos ver a los vecinos asistiendo al
entierro, lo que enseña a su mujer la idea del verdadero afecto, pese a
ser un hombre sin objetivos ni futuro. En Kazan siempre prevalece la
mirada compasiva a sus personajes, incluso a aquellos que puedan haber
pecado de ociosos o crueles. Como si el director conociera la dura
batalla por la vida, en su cine siempre quedan briznas de un heroicismo
interior, los seres de sus películas no pueden ser solo culpables sin
olvidar cómo han sido sus circunstancias vitales, como el incesto en El
compromiso, ya que la felicidad del hombre casado ha entrado en dique
seco y su necesidad de encontrar a una mujer que colme su insatisfacción
vital apremia en su vida de fracasos (papel magníficamente interpretado
por el gran Kirk Douglas).
Hay un tema ya señalado que es primordial
en la película, se trata del esfuerzo por sobrevivir en un país donde
hay muchas adversidades para los extranjeros. Las palabras de la abuela
que recuerda su origen irlandés y cómo ha logrado superar todos los
escollos en un país como los Estados Unidos. En realidad, tras ese
discurso parece que escuchamos la voz de Kazan que nos habla de ese afán
de superación que él también vivió.
Si tuviera que elegir un momento
de la película destacaría la fiesta navideña, donde todos se unen en su
modestia y en su humildad, conscientes de la fragilidad que une sus
vidas. La película mejora en la segunda parte porque es en esta donde
emociona, como en el hecho de la pérdida del marido, la superación de la
familia ante este suceso y el deseo de afrontar un futuro con valentía.
Como
colofón, me gustaría señalar que Kazan abre una puerta a un cine
emotivo, hay que recordar la enorme belleza de Marlon Brando (Terry
Malloy en la cinta) en La ley del silencio cuando acaricia la paloma al
lado de la bella Eva Marie Saint, lo que demuestra el grado de
vulnerabilidad de personajes aparentemente duros, pero que en realidad
rebosan una ternura interior y el deseo poderoso de ser queridos,
Cuando
Kazan delató a sus compañeros comunistas pagó un precio muy alto por
ello, pero debemos saber que también era un hombre descreído del sistema
totalitario que imponía el comunismo y que realmente hubo presiones en
su vida. Lo pagó caro con el silencio y el desprecio de mucha gente del
cine, pero es inolvidable el momento en que Robert de Niro (actor que
trabajó en la última película de Kazan: El último magnate) y Martin
Scorsese le dieron el Oscar honorífico. Muchos actores no se levantaron,
otros sí como Warren Beatty. La decisión de Kazan dejó huella, pero su
cine está elaborado con la fuerza del artista que puso en cada película
su espíritu y su amor total por el cine.
En Lazos humanos ya vemos a
un artista incipiente, creador posterior de varias obras maestras, un
hombre que supo imprimir a sus imágenes belleza y desolación. Nada más y
nada menos.