México / Estados Unidos, 2024
Dirección: Jacques Audiard
Guión: Jacques Audiard y Thomas Bidegain
Producción: Jacques Audiard, Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne, Pascal Caucheteux y Vincent Maraval.
Elenco: Karla Sofía Gascón (Emilia Pérez y Juan “Manitas” Del Monte), Zoe Saldaña (Rita Moro Castro), Selena Gómez (Jessica), Adriana Paz (Epifanía), Edgar Ramírez (Gustavo Brun).
Duración: 132 minutos
Nota: 3
Emilia Pérez trata la corrupción dentro de las estructuras de poder en México, así como la compleja relación entre hombres y mujeres. Su estilo recuerda al cine negro y a la crítica social, aunque su narrativa se compone de varias temáticas distintas, lo que puede hacer que la historia se sienta bastante fragmentada.
El Dr. Wasserman (Mark Ivanir) es el médico israelí en la historia. Él menciona que cambiar de sexo no transforma radicalmente a una persona ni a la sociedad a la que pertenece y, Jacques Audiard acaba dándole la razón, ya que la película muestra que la violencia en México sigue siendo la misma desde el prólogo hasta el epílogo.
El médico plantea dudas sobre la estabilidad psicológica de Manitas, a pesar de que ya, en el año 2000, la OMS retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales y se han registrado avances en la situación de las personas bisexuales y transgénero (LGBT).
El Dr. Wasserman acepta realizar la cirugía, incluso sospechando tanto de las oscuras intenciones de su misterioso cliente como de la proveniencia del dinero que recibirá a cambio. Rita lo convence de efectuar la operación, aunque no queda claro si lo hace porque tiene miedo de Manitas y su pandilla, ya que ella se encuentra bajo amenaza, o si está enteramente persuadida de la sinceridad del jefe narco.
Además, el filme refleja cómo la sociedad mexicana tiende a idolatrar figuras que no necesariamente merecen esa reverencia. La visión de la película sobre Latinoamérica no parece ajena a la realidad, pero sí se presenta hiperbólica, aumentada brutalmente. Es un filme construido a partir de un conjunto de tramas que se entrecruzan, dándole a la narrativa un tono excesivamente violento. De hecho, por momentos uno siente estar frente a una película de acción a la mexicana.
El tema de la cirugía transgénero se presenta en
la película como un negocio multimillonario de las clínicas a
escala mundial, movidas por propósitos estrictamente comerciales sin
ninguna base ética. También se asocia este tipo de cirugía con el
narcotráfico y con el populismo, por eso Rita le dice a “Manitas”: “lo que sé de usted, es que su banda
logró pactar con el nuevo gobierno”.
Se está refiriendo al gobierno populista de López
Obrador. Está insinuando que el populismo latinoamericano tiene
fuertes vínculos con el narcotráfico, el tráfico de armas y el de
personas, como pronto veremos. Los mensajes connotados que la
película pasa a través de la pantalla son muy sutiles, mientras que
el espectador se distrae con explosiones y tiroteos. Un poco como
ocurre con los noticiarios televisivos.
En el prefacio, Rita (Zoe Saldaña) y su jefe
defienden a un hombre acusado de acoso sexual, y ella percibe que el
sistema judicial es profundamente machista e influenciado por los
hombres del poder. Su jefe gana el caso, a pesar de que Rita está
convencida de que su cliente es culpable.
La película retrata con fuerza cómo el machismo
y la corrupción dentro del sistema de justicia, impulsados por el
narcotráfico, son parte estructural de México. Muestra a los
latinos de una forma fuertemente prejuiciosa, mientras omite
cualquier tipo de observación crítica dirigida a Europa y Estados
Unidos. Imposible esperar aquí una autocrítica, mientras que el
hombre mexicano es retratado como un machista, violento y mitómano
con poca o ninguna cultura y educación.
Las mujeres parecen sufrir de una especie de
síndrome de Estocolmo, los hombres las maltratan y ellas parecen
hipnotizadas por ellos. Se someten por amor y cuando se liberan
buscan otra pareja igual a la anterior. Ese amor enfermizo las mueve
incluso a arriesgar la propia vida.
Por otra parte, algunos de los personajes femeninos llevan a escondidas armas de fuego o cuchillos, como es el caso de Emilia Pérez y Epifanía, que en un plano / contraplano un tanto irrisorio, se intercambian miradas armas en mano, símbolos fálicos que las convierten potencialmente en los mismos Machos Alfa criticados por los personajes femeninos.
Con esa sola escena el director francés ya no diferencia más ambos sexos cuando se trata de la predisposición a la violencia que, según él, rige en la sociedad mexicana (tal vez latina, si queremos ampliar el concepto).
Rita, la abogada, no es mexicana, sino dominicana. Menciona que sólo fue a México para estudiar, y parece sentir que no recibe el reconocimiento que merece en su país adoptivo sólo por el hecho de ser mujer. Está harta de recibir un salario bajo para defender a delincuentes sabidamente culpables de diversos crímenes.
Al principio parece que Manitas del Monte fuera sincero cuando dice que cambiar de sexo es un deseo que pervivió desde pequeño, pero vemos más tarde que no queda del todo claro el verdadero propósito de su cirugía. ¿Acaso salvarse de la cárcel? Ya que él no obtiene solo un cambio de identidad sexual, sino también una nueva identidad para su familia. De esa forma la Interpol les pierde el rastro a los cuatro, a él, a sus dos hijos y a su esposa Jessica (interpretada por Selena Gómez).
Manitas planea hacerse pasar por muerto ante la sociedad, que es otra de sus mentiras difundidas, incluso, por los grandes medios de comunicación, dando a entender que los diarios y la televisión nos venden información falsa constantemente.
El público se identifica con Rita, la abogada, y va descubriendo la verdad junto a ella. No es una narradora omnisciente sino una narradora intradiegética. Su mirada es la nuestra, sus cambios también nosotros los adoptamos, al menos en el concepto ideado por el realizador.
La narración se encuentra permanentemente
interrumpida por interludios de música y danza, cuyas escenas rompen
abruptamente con la inmersión del espectador en la ficción. El
mundo es expuesto, así, como una puesta en escena musical. Una idea
muy neo-barroca, la de un mundo como un gran escenario teatral donde
todos actúan de algo que no son, a modo de muñecos, títeres o
maniquíes.
La abogada interpretada por Zoe Saldaña percibe
en un momento dado que está siendo manipulada. Parece que va a
rescatar a Manitas, pero en realidad se le produce un clic allí, muy
sutil, casi imperceptible. En realidad, pide ayuda para liberarse
ella de la pandilla, por la que siente terror durante toda la
película hasta casi el desenlace. Prueba de ello es que en el
desenlace, Rita ya no aparece más en escena, probablemente se haya
vuelto a Londres.
Aparentemente Manitas nunca pierde contacto con
sus pandilleros, con lo cual se hace evidente que sus aseveraciones
son mayoritariamente engañosas. A partir de allí ya uno no sabe qué
es cierto y qué no de todo lo que Manitas dice. Los personajes son
muy ambiguos, ética y moralmente. En este sentido, la película sólo
rescata a los niños, a los que muestra sinceros e inocentes.
Un poco basándose en la teoría de Rousseau que expresa que el hombre es bueno por naturaleza, pero el entorno lo corrompe a medida que se socializa. El director trata, subrepticiamente, la cuestión del tráfico de personas, especialmente de niños, bajo la forma de un conflicto familiar entre Manitas y su esposa, Jessica.
Porque si bien se trata de los hijos del jefe de una pandilla de narcotraficantes, detrás del amor parental se esconde un hombre (o mujer) acostumbrado a enviar personas al exterior de forma forzada, cambiar sus identidades y todavía mandar a traerlas de vuelta años más tarde, según su antojo, en contra de la voluntad de las víctimas. Está expresado de una forma muy solapada para que no se advierta, sin embargo, el narcotraficante hace con su familia lo mismo que suele hacer en casos de tráfico de personas.
Aunque constituya parcialmente un musical, la melodía disonante resulta muy desagradable, y no comprendo cómo pudo ganar el Oscar a Mejor Canción. No encontré ninguna pieza en la película que realmente mereciera ese reconocimiento. En cuanto al idioma español, Zoe Saldaña, en su papel de abogada, lo maneja correctamente, pero el resto de los personajes hablan con un argot lleno de modismos, insultos y expresiones coloquiales durante gran parte del filme.
Además, Jessica, la esposa de Manitas del Monte, interpretada por Selena Gómez, apenas logra modular algunas palabras en castellano, lo que obliga al espectador hispanohablante a depender de los subtítulos, algo que puede resultar muy incómodo.